miércoles, 15 de julio de 2009

Los errores del pasado

La vida que hoy tenemos está determinada por una compleja interrelación de sucesos y resultados de decisiones que hemos tomado en el pasado.

Claro que es inevitable pensar, si echamos la mente hacia atrás, que siempre pudimos haber hecho las cosas algo mejor, mucho mejor, o al menos de diferente manera. Por supuesto que somos o jueces implacables o entes inconscientes que vamos asumiendo a un grado de crimen el resultado de nuestros actos o, por el contrario, viviendo con pasmosa relajación las consecuencias sistémicamente nocivas de ellos. Sea como sea, no podemos evitar hacer juicios acerca de nuestras decisiones tomadas y voltear al pasado con cierta nostalgia, remordimiento, vergüenza o culpa acerca de las cosas que hicimos en el pasado que estuvieron “equivocadas”.

Hicimos las cosas lo mejor que pudimos para lo que sabíamos en el momento que tuvimos que tomar decisiones. No me refiero a si fuimos o no los más justos, los más honestos o los más leales, si se quiere ver así; me refiero a que las decisiones tomadas por alguna razón, válida para ese momento en particular, hoy han dado un resultado determinado que a veces nos gusta y a veces no. Cuando la repercusión de nuestros actos incide de manera negativa sobre las emociones; es decir, lo que experimentamos a nivel interior como resultado de esos actos, es cuando juzgamos la decisión como “mala”. Por el contrario, si el resultado nos es placentero, tendemos a catalogarla de “buena”. No obstante, la cuestión es que la decisión en sí misma no tiene una naturaleza “buena” o “mala” para el momento en que es tomada, pues al ser el resultado la base para nuestro juicio de valor, y al no existir este de manera simultánea con el instante de decidir, no hay materia sobre la cual opinar. Claro, tendemos a tomar decisiones con el propósito de obtener algo que estamos buscando, muy generalmente algo positivo para nosotros, utilizando mecanismos mentales (patrones) estructurados dentro de nuestro marco conceptual de cómo deberían ser las cosas.

Ahora bien, si frecuentemente te topas con resultados que no te gustan, bien valdría la pena observar entonces cuáles son dentro de ti esos mecanismos mentales; es decir, cuáles son tus creencias, cuáles tus paradigmas de la realidad, de las personas y de ti mismo. Estos paradigmas suelen determinar lo que para nosotros es posible o no, lo que es valioso, lo que es importante y conforme a ello determinamos nuestro actuar. Por supuesto que todo actuar, hasta el simple acto de caminar o leer esta página, está basado en decisiones. La mayoría de ellas son más bien inconscientes y automáticas, hasta compulsivas en algunos casos podría yo decir, es por ello que realmente más que lamentarnos del resultado de nuestras acciones deberíamos avocarnos a conocer los sustratos de nuestros mecanismos de elección. Para realizar esto se requieren distintas variables: tener una capacidad de introspección, ser honesto con uno mismo, ser capaz de reconocer debilidades o mecanismos poco eficientes o funcionales, ser ni muy flexibles ni muy rígidos, en fin… una serie de supuestos que no siempre se dan de manera espontánea y simultánea en un individuo.

Tal vez los errores del pasado debamos reconceptualizarlos como aprendizajes, como decisiones tomadas con resultados variables y que, si no nos han sido satisfactorios, encontrar la manera en que tales decisiones fueron tomadas. Piensa en tus más “graves” errores; en los más vergonzosos y pregúntate desde dónde estabas tomando tal decisión; ¿desde el ego, desde la envidia, desde el temor, desde el rencor, desde la impulsividad? Desde dónde haya sido seguramente en ese momento pensabas que estabas haciendo lo correcto; es decir, tomando la mejor decisión a pesar que hoy no lo veas así. Si no somos capaces de perdonarnos a nosotros mismos por nuestros actos del pasado, no podremos ser capaces en realidad de liberarnos de ellos y, así, se repetirán en nuestra mente como una película una y otra vez.

Las cosas no son perfectas, cuesta alcanzar un balance entre correcto e incorrecto y la peor decisión, siempre es la que no se toma. Acá dejo un buen video que, si lo pensamos, ni para dios es fácil decidir; la ventaja que él tiene es que tendría la posibilidad de regresar el tiempo para corregir pero… realmente es eso una ventaja?

3 comentarios:

Yop dijo...

Mil gracias por tu artículo, y por compartir el video, es genial ó mejor descrito: ¡Celestial!

I.A. dijo...

El video está padrísimo! Las cosas siempre pasan por algo y, aunque a veces no entendamos las razones, es mejor dejar que pasen y saber que siempre podemos hacer algo difrente la próxima vez gracias a lo que aprendimos la vez anterior. Alguien (que no me acuerdo quién fue) dijo algo como si perdiste algo, no pierdas la lección.

Monik dijo...

gracias por este articulo

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