El tiempo pasa, se mide y se acumula. Hemos creado relojes, calendarios y fechas conmemorativas, como los cumpleaños, los aniversarios y demás días que se van creando para celebrar desde la familia, hasta el niño, la madre o el compadre.
Parecería ser que a los seres humanos nos gusta medirlo todo, especialmente el tiempo, y es así que nuestra mente juega con él, y con nosotros, cuando en un momento de disfrute la duración del tiempo se me hace una nada, y en momentos de tortura el tiempo se me hace un todo.
Es así que el tiempo, con nosotros y sin nosotros, no detiene su avance; es un flujo constante de sucesiones de instantes en donde, inevitablemente, mientras lees esta líneas está pasando el tiempo a través de ti, pero también se está acumulando. Acumulas experiencia, conocimiento, pero también edad y, de acuerdo a las leyes de la Entropía, un deterioro gradual y progresivo de tu cuerpo en todos sus niveles. El tiempo nos descompone, dirán unos, pero también nos crea y nos recrea, podrían pensar otros. Sin el paso del tiempo efectivamente no envejeceríamos, pero tampoco creceríamos y no podríamos aprender o madurar.
La sensación de ser “yo” la da el paso del tiempo que va forjando mi identidad a través de las relaciones que, con el tiempo, voy teniendo con otros seres humanos y con los demás elementos de mi entorno. Si no pasara el tiempo no podría haber terminado aquella clase de la escuela primaria y el recreo jamás hubiera llegado, pero por otra parte también es cierto que aquel ser tan querido para ti jamás hubiera tenido que morir. ¡Maldito tiempo!
El tiempo nos educa, maneja y aniquila; entregamos nuestra vida al tiempo y nunca tenemos tiempo, o mejor dicho, no muy frecuentemente nos hacemos el tiempo para estar con nosotros, con los otros o haciendo aquello que hubiésemos querido hacer cuando, al paso del tiempo, nos demos cuenta que ya casi no nos queda tiempo. Parece ser que nos arrepentimos más de lo que dejamos de hacer que de lo que hicimos; nos arrepentimos más de haber dejado pasar el tiempo sin hacer o decir lo que un día soñamos. Y aún en los sueños pasa el tiempo, un sueño inicia, se desarrolla y termina, eso es inevitable, porque todo es un flujo unidireccional en donde, hasta el momento, no podemos hacer que el tiempo de marcha atrás para regresar a rehacer todo aquello que hoy no nos gusta su resultado.
“El tiempo todo lo cura”, dicen por ahí; no obstante, algunos pueden tener la experiencia que la soledad, sumada al tiempo, no conduce sino a la depresión y el aislamiento. “Tragedia más tiempo es igual a comedia”, sostienen otra ecuación popular, pero no se en realidad si mucha gente está muy dispuesta, o incluso posibilitada, para mirar este ángulo de un problema cuando está justamente con la tragedia hasta las cejas.
Y no obstante todo lo anterior, el tiempo es una fantasía. La percepción que tenemos de él, de su velocidad, de su voracidad y de su invencibilidad nos deja de pronto a su merced y sus efectos. “¡Nada contra el tiempo!”, reza un epitafio en un cementerio, pero aún así no es el enemigo a vencer. Tampoco es tu mejor aliado, dicho sea de paso.
El tiempo, como así llamamos a un flujo constante de eventos inevitables en sí mismos, no es sino el período de transcurre entre un estado y otro de un ente determinado sujeto al cambio. En la mitología griega Cronos es el Dios del tiempo real e inexorable, cuyo paso nos lleva inevitablemente a la muerte; Kairos, en cambio, es el Dios del tiempo interior de los hombres, el tiempo de los sueños y del espíritu, es el que persistentemente nos devuelve la vida.
El tiempo secuencial y cronológico deriva de cronos. El tiempo Kairos, a diferencia de cronos, se ha descrito como “entre el tiempo”, un periodo indeterminado de tiempo donde “algo” especial sucede. Kairos está intrínsecamente relacionado con la calidad de atención de los que lo experimentan; es decir, la percepción subjetiva que poco tiene que ver con los relojes de Cronos. Kairos se puede entender como el momento justo o crítico de oportunidad (Carpe Diem), el momento en que se abre esa ventana en donde podemos ver algo o hacer algo significativo; es el tiempo que aprovechamos, o no. Kairos es un periodo de disrupción al flujo normal de las cosas -un tiempo para que algo nuevo surja.
Si bien el tiempo Cronológico da secuencia y coherencia a la vida, vivir bajo su influjo garantiza justamente ver pasar el tiempo, o sólo acumularlo sin mucha razón ni sentido. Vivir conforme a Kairos, en cambio, te permite, sin importar el tiempo cronológico transcurrido, encontrar, mejor dicho, darte esos momentos de tiempo en donde puedes hacer cosas realmente significativas.
A Cronos lo puedes gestionar, medir; sentarte a esperarlo o verlo pasar. No lo puedes asir, no lo puedes detener ni tampoco lo puedes apresurar. A Kairos, en cambio, hay que gestarlo, parirlo, salir a buscarlo y tomarlo al paso.
Finalmente, tanto Cronos como Kairos desembocan en la muerte y el morir. ¿Qué te gustaría llevar como equipaje a un lugar donde la moneda convencional, el dinero, nada compra? Un lugar donde las posesiones materiales nada valen y donde las influencias no funcionan. Nada que Cronos pueda darte y sí mucho de lo que puedas aprovechar en tus momentos Kairóticos.
¡Caramba!, mira el tiempo que “has perdido” leyendo este artículo. Tu reloj te demanda atención, cobra consciencia, mira la hora que es, mira tus deberes que no has hecho… “no hay tiempo que perder”, diría Cronos, aunque Kairos quizá diría, “no dejes perder el tiempo”.
Mario Guerra
2 comentarios:
Me encantó !!!
Ciertamente, como bien concluyes, Cronos pasó inexorablemente mientras leía el artículo, sin embargo, Kairos hizo su tarea para que aprovechara este instante de lectura.
El artículo me recordó el cuento "Momo" de Michael Ende, en el cual los hombres grises pretenden apoderarse del tiempo promoviendo la idea de que las personas lo ahorren en un banco. A la larga, entre más ahorran menos tienen, pues las personas dejan de hacer cosas placenteras considerándolas pérdida de tiempo. En fin, es un cuento infantil-juvenil que te hace reflexionar sobre la vida y sobre el tiempo.
Saludos
Querida Noviembre,
Muy cierto... la historia de Momo bien podría rememorarse un poco a partir de esto. El tiempo no se detiene, eso sí, la pregunta es ¿sabemos aprovecharlo?, o como la gotera inofensiva, se nos va yendo gota a gota.
Gracias por tu comentario
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